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RESULTADOS PRIMER CONCURSO LITERARIO SCHOOL OF ROCK LATINOAMÉRICA

¡Rock y palabras! Celebramos el Día Internacional del Libro con los resultados de nuestro Primer Concurso Literario
 

El 23 de abril celebramos el poder de las historias, las ideas y la imaginación en el Día Internacional del Libro, y en School of Rock Latinoamérica quisimos hacerlo de una forma especial: uniendo la música con la literatura.

Así nació nuestro Primer Concurso Literario, una instancia creativa donde invitamos a nuestras alumnas y alumnos a escribir un cuento inspirado en el concepto: “Mi viaje musical”, donde cada participante pudiera contar su historia con la música.

La convocatoria superó nuestras expectativas: recibimos textos desde México, Colombia, Paraguay, Perú, Argentina y Chile. Cuentos que nos hicieron reír, emocionarnos, reflexionar y, sobre todo, conectar con la voz auténtica de nuestros alumnos.

¡Felicitamos a nuestras y nuestros ganadores! Y un aplauso enorme a todos los estudiantes que participaron con sus relatos. Nos inspiran con su talento por la música y la escritura.

Tras una difícil deliberación, nuestro jurado eligió a las y los ganadores de las dos categorías del concurso: Rock 101 y Performance. Les compartimos aquí los relatos ganadores, que también serán publicados en la edición impresa 2025 de nuestra revista School of Rock Magazine, como reconocimiento a su talento y creatividad.

¡Agradecemos a todos los participantes por sus historias y hacer de este Día del Libro un momento inolvidable, y por recordarnos que la música también se escribe!

 

CATEGORÍA ROCK 101

PRIMER LUGAR: "La voz del Olimpo" – Simón G., School of Rock Bogotá (Colombia)


En Grecia, los hijos de los dioses que cumplieran 14 años debían pasar una prueba de talentos, mostrando sus poderes para poder ascender al Olimpo y convertirse en nuevos dioses. Ricardo ya casi cumplía 14 años y tenía que hacer la prueba. El problema es que Ricardo no quería mostrar un talento típico de los dioses todopoderosos, como ser el más fuerte o controlar el agua o el sol. Ricardo quería cantar. Al llenar su formulario incluyendo el canto como su gran poder, los ángeles organizadores de la prueba lo rechazaron. Lo excluyeron de la lista de candidatos. El tiempo se agotaba, su cumpleaños se acercaba y solo le quedaba una opción si quería convertirse en un dios: tendría que viajar hasta el inframundo y obtener la aprobación directa de las almas muertas. Ricardo inició inmediatamente el viaje. Al llegar, se enteró de que en el inframundo la prueba era aún más difícil, pues tendría que presentar su talento ante los más grandes de la música y obtener su aprobación. Ricardo tuvo que presentarse frente a Michael Jackson, Elvis Presley, Pavarotti y muchos más. Muy nervioso, comenzó su show, pero todas las almas grandes de la música amaron su talento y le dieron un diploma, convirtiéndolo en el dios del canto.

 

SEGUNDO LUGAR: "La vibración del bajo" – Raquel G., School of Rock Providencia (Chile)


Hola, soy Nicole, tengo 12 años. Esta historia la descubrí a través de la música: las cosas no siempre son como parecen.
Mi papá es músico y siempre me lleva a conciertos. Cuando escucho algunas canciones, siento algo en el pecho, como si algo me hablara. Un día, cuando estábamos en el concierto de Los Bunkers, le pregunté a mi papá:
—¿Qué instrumento es ese?
—Es el bajo, ¿te gusta?
— ¡Mucho! Le respondí.
Pasaron meses y en mi cumpleaños mi papá me dijo:
—Te voy a regalar un bajo.
Casi grito. Fuimos a la tienda y vi uno azul brillante de cuatro cuerdas. Sonaba como una ballena llamando a sus crías.
—Quiero este. Pero papá ¿Dónde voy a aprender a tocar?
—En School of Rock —respondió.
Pero Andrea, mi madrastra que estaba ahí, gritó furiosa:
—¡Nooo!— Hasta HotDog, mi perro salchicha, se asustó.
No entendí la reacción de mi madrastra. Algo no calzaba. Así es que una mañana, a la salida del colegio, la seguí y la vi entrar a un edificio antiguo, blanco y gris. Esa tarde, regresó a casa con frenillos.
Después de lo que pasó, le pedí a mi papá que me ayudara a ir a School of Rock, a escondidas de Andrea; y aceptó.
Cuando nos acercábamos, me di cuenta que era el mismo edificio del que creí era del dentista de Andrea. Al entrar, escuché un sonido hermoso, como el que me hacía vibrar el corazón. Venía del interior de la sala donde yo iba. Al abrir la puerta, vi a una mujer de espalda, con mucha actitud tocando el bajo. Era rubia y de pelo largo. Su música sonaba como el de las ballenas que alguna vez había escuchado. Cuando se dio vuelta, me miró sorprendida...sonrió:
¡Era Andrea!

 

CATEGORÍA PERFORMANCE

PRIMER LUGAR: "Mis audífonos" – Sofía A., School of Rock Bogotá (Colombia)


Afuera, el mundo sigue. El bus vibra. Una voz que discute por el celular. El cielo se vuelve un color gris. Todo sigue igual. Todo es real.

Pero solo eso lo es.

Apenas suena la primera nota, él vuelve a aparecer a mi lado. Con una chaqueta de cuero rota en los codos y con sus uñas negras despintadas. No dice nada. Solo está ahí, mirándome con sus ojos que ya han visto el final del mundo.

En la terraza de una tienda cerrada, dos figuras se balancean sobre los bordes. Uno escribe en su libreta con el cuello y sus manos manchadas de tinta, y solo su amigo y yo sabemos por qué. El otro golpea el concreto con baquetas invisibles, los cordones rojos de sus botas están colgando del techo como telarañas.

Todo se superpone.

Las canciones cambian, y con ellas, sus acciones.
Uno tamborilea en el espaldar del asiento.
Otro me lanza su chaqueta, aún tibia.
El tercero sonríe con esa tristeza que se baila, mas no se llora.

Alguien me empuja al bajar del bus. La ciudad vuelve: ruido, frío, bocinas.

Pero el vacío no regresa.
Los audífonos siguen puestos.
Y con ellos, su presencia. Ellos siguen ahí.


Aunque nadie más los vea, ahí están, y lo son todo para mí, escondidos en las notas y melodías de mis canciones favoritas.

 

SEGUNDO LUGAR: "Ruido vs Música" – Lucía Q., School of Rock Interlomas (México)


Beep, beep, beep. Mi irritante alarma fue lo primero que escuché por la mañana. Lo último que quería era salir de mi cama. Beep, beep, beep. Otra vez ese molesto ruido. Busqué el botón de apagado a tientas y me levanté de mala gana. Me vestí con lo primero que encontré en mi clóset, pero no podía encontrar el par de mi tenis. Me agaché para revisar debajo de la cama cuando mi madre gritó —¡Alejandra, apúrate! —Me sobresalté y me golpeé la cabeza con el mueble. En cuanto encontré mi otro tenis corrí lo más rápido que pude y alcancé el camión segundos antes de que me dejara.


La escuela fue tan agobiante como siempre. Yo sé que no pertenezco; sin embargo, no puedo evitar querer ser como los demás. Cada intento por encajar es un fracaso épico, en Educación Física lo único que consigo es ridiculizarme intentando jugar fútbol y durante las clases nunca entiendo chistes que al resto les parecen de lo más obvio. Cuando estoy en el camión de camino a mi casa no puedo ignorar los susurros de los demás. No importa cuánto le suba el volumen a la música en mis audífonos las opiniones de los demás son un ruido constante en mi mente hasta que veo un mensaje del chat grupal de mi banda «Nos vemos a las 7».


El único momento en el que el ruido se detiene es cuando me subo a un escenario a tocar con mi banda. Aunque parezca irónico, en un escenario no le pongo atención al ruido de los demás; solo somos mi guitarra, mi banda y yo. No existe el ruido, solo la música.

 

 

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