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Estudiante-Alumnos-Maestros

"Nunca es tarde para empezar a soñar: Mi historia con la batería"

“Todo lo que quieres está al otro lado del miedo.”

Jack Canfield
 

¿Alguna vez has reflexionado sobre cuántas oportunidades hemos dejado pasar?, simplemente porque nos quedamos paralizados por ese finísimo hilo que separa lo que deseamos del miedo. Admiro profundamente a quienes logran cruzar esa barrera a una edad temprana, pues tienen más tiempo para disfrutar de las cosas simples de la vida. Sin embargo, quienes llegamos a esta revelación más tarde descubrimos un valor inigualable en lo que hacemos; lo apreciamos sin importar las opiniones ajenas. Vivimos intensamente, cada segundo, como si fuera el último.

Mi historia con la batería comienza en el colegio. Recuerdo con cariño aquellos concursos de bandas de rock que se organizaban en los bazares. Soñaba con estar sobre un escenario, pero esa oportunidad nunca llegó, y con los años me transformé en un espectador más. El tiempo pasó, y ese pequeño y juvenil sueño se fue desvaneciendo entre los estudios, la universidad, el trabajo, el matrimonio, la crianza, y las exigencias del día a día.

Hasta que un día, en medio de una charla sobre la vida y las reflexiones existenciales que a veces surgen en las conversaciones entre amigos, alguien me compartió el contacto de un profesor de batería. Para entonces, ya tenía 37 años. Guardé ese número y aunque siempre sentí la tentación de escribirle para pedir una clase de prueba, me tomó tres años decidirme. Recuerdo con claridad el día en que finalmente lo hice: tardé más de una hora en enviar ese mensaje. La idea de escribirlo, de presentarme, de dar el paso, me llenaba de vergüenza y miedo. Comencé a inventar excusas, cada vez más convincentes, que me alejaban aún más de tomar la decisión.

Pero, a pesar del autosabotaje, finalmente presioné “enviar” desde mi celular. No pasó mucho tiempo antes de recibir una respuesta. La satisfacción y la alegría fueron inmediatas. Lo que sucedió a continuación me sigue sacando una sonrisa: el profesor asumió que estaba conversando con un adolescente, y además, un hombre. Fue solo cuando me pidió mis datos para agendar la primera clase que se dio cuenta de que estaba escribiéndole una señora.

Y así comenzó esta historia. Han pasado ya 10 años desde que, entre tropiezos y compromisos, decidí dedicarme a la batería, siendo una mamá de 50 años con sueños de rockera. Hoy puedo decir que la batería se ha convertido en una necesidad tanto física como mental. Aunque no soy una experta en el instrumento —de hecho, me sigue costando aprenderlo—, el proceso de trabajar una canción, llevarla a los ensayos y, finalmente, a los escenarios, y ver el resultado junto con mis compañeros de banda, me llena de una satisfacción personal indescriptible.

Pero lo que realmente le dio un giro fundamental a esta experiencia de vida  fue School of Rock. Este espacio ha sido el lugar en el que mis sueños han podido tomar forma, un espacio que no solo me ha permitido sentirme una rockstar por un día, sino que también me ha brindado la oportunidad de conocer amigos que comparten mi pasión por la música. Además, ha sido una vía para liberar todas las tensiones y presiones del día a día, al permitirnos simplemente ser nosotros mismos y disfrutar de lo que más nos gusta: hacer música. School of Rock no solo me ha enseñado a tocar la batería, sino que me ha dado una comunidad que me apoya y una plataforma en la que el sueño nunca tiene fecha de caducidad.

Solo me queda agradecer a School of Rock y a todos esos jóvenes músicos que, con alma, paciencia y cariño, nos enseñan día tras día que los sueños, sin importar la edad, son siempre alcanzables.

Porque no importa cuándo empieces… lo importante es empezar.

 

Clara Inés Zuluaga,

Baterista, Programa Performance Adultos

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